Comentario
Desde los primeros tiempos de la conquista la pintura fue utilizada como un soporte didáctico en el marco de la arquitectura específica de la evangelización: los conventos. En este sentido, la pintura del siglo XVI de los conventos de la Nueva España constituye un capítulo de singular relieve del arte hispanoamericano. Tanto en los retablos, como los mencionados de Huejotzingo y Xochimilco, como en las pinturas murales de los claustros e incluso de las capillas abiertas -como en la del convento agustino de Actopan- la pintura cumplió un importante papel didáctico, al tiempo que desempeñó una función representativa y de prestigio en la exaltación de la relevancia de las diferentes órdenes religiosas. Para ello, en los diferentes ciclos se introdujeron series con composiciones de temas específicos de los fundadores de la orden, como la iconografía franciscana con escenas de la vida del santo del convento de Huejotzingo, y ciclos con representaciones de varones santos e ilustres de la orden.Los agustinos que prestaron gran atención al adorno y suntuosidad de sus conventos, confirieron un cuidado especial a la decoración de algunas partes de los edificios como las escaleras claustrales, por ejemplo, la de Atlotonilco, dedicada a establecer una exaltación del monacato de la orden. Estos programas tuvieron frecuentemente una inspiración en fuentes de carácter literario. En la escalera de Actopan se desarrolló un programa laudatorio dedicado a agustinos ilustres basado, según S. Sebastián, en la obra del beato Alonso de Orozco, "Crónica del glorioso padre y doctor de la Yglesia Sant Agustin y de los Sanctos y beatos y de los doctores de su orden" (Sevilla, 1551). Estos ciclos, dedicados a santos ilustres de las distintas órdenes, constituyen una trascripción laudatoria en el plano religioso y monástico de las series de hombres ilustres de carácter profano característico de la literatura y de la pintura del Renacimiento.Otros ciclos de pinturas murales, en cambio, estuvieron dedicados a temas de la Pasión, como el que se desarrolla en los cuatro nichos -uno en cada lado- del claustro del convento agustino de Epazoyucan o a la Redención como el de los claustros de San Agustín de Acolman. La pintura de los conventos, de la que también se conservan algunos conjuntos murales en otras regiones americanas como Santo Domingo, refleja con claridad las condiciones, funciones y exigencias en las que se desenvuelve el arte en los primeros tiempos de la conquista. Este sentido didáctico del arte enlaza sin solución de continuidad con el didactismo que se planteó en relación con las imágenes por la Contrarreforma, como puede apreciarse en series de pinturas como los ocho lienzos realizados por Miguel de Santiago (Museo de San Francisco de Quito) en los que los elementos formales se subordinan al ritmo explicativo y apolegético de los dogmas de la fe.